En una reunión estratégica con nuestros colaboradores uno de ellos nos insistía en la misma pregunta una y otra vez: “Veo el gran valor que aporta lo que hacemos a nivel individual, pero ¿por qué es importante el desarrollo personal en el trabajo? Realmente, ¿qué valor le estamos aportando a la empresa?”. Del debate que se generó entonces emergen las líneas de este post.
El futuro que vendrá
En los últimos años hemos asistido a numerosos eventos alrededor del tópico “The future of work”. Un ejercicio muy enriquecedor para entender nuevas (y no tan nuevas) maneras y metodologías de trabajar como pueden ser la Holacracia de Brian Robertson, las organizaciones Teal de Frederic Laloux o la ya más tradicional Agile y el trabajo por proyectos.
Pero no solo hablamos de una disrupción en el propio modelo de trabajo. No. También tenemos encima de la mesa debates alrededor de qué sucederá con la incursión de las tecnologías que llevan años madurando y que ya son una realidad. Robótica. Big data. Inteligencia artificial. El internet de las cosas. Y cuando estén implantadas estas tecnologías, ¿Quién marcará la diferencia entre las empresas?
Futuro que ya está aquí
Todo esto que escuchamos de primera mano en los congresos y eventos a los que asistimos deja entrever que existe un movimiento de transformación del puesto de trabajo en sí mismo. Un movimiento impulsado mayoritariamente por las nuevas generaciones. Por poner un ejemplo concreto, un amigo de quien escribe estas líneas ya no escucha ofertas de trabajo si no le garantizan un mínimo de 2 días de trabajo en casa.
Esto es algo que podríamos tomar de anecdótico y no ser proactivos para con estos asuntos. Pero este comportamiento sería una irresponsabilidad y un acto de suicidio a largo plazo. Hace cuatro años la consultora Deloitte compartía “The 2015 Deloitte Millenial Survey” (enlace) de donde podemos sacar dos datos significativos:
- En 2025 el 75% de la fuerza laboral serán Millenials
- El 60% de los Millenials eligen el trabajo por una conexión con el propósito
Estamos acabando 2019. Quedan cinco años para adaptarnos a esta realidad. Si no adaptamos nuestra organización y no renovamos la manera de trabajar, tarde o temprano dejaremos de atraer el talento que necesitamos para competir.
Desarrollo personal en el trabajo: el valor que necesitan crear las empresas
En una reunión el otro día nos hacían la reflexión: “Si le preguntas a un CEO o al dueño de la empresa cuál es su objetivo en 10 años, ¿cuál crees que es su respuesta?”. Existir. Ningún objetivo pasa por delante de este, pues si no existes no puedes pretender nada más.
Hagamos ahora un ejercicio de visión muy a futuro. Donde las tecnologías de hoy ya se han convertido en una commodity. ¿Qué sucede? ¿Cómo podemos competir con otros (o con nosotros mismos) si tenemos la misma tecnología? Pues básicamente con el talento que disponemos en nuestra organización. Ahí está la clave y los más despiertos ya están trabajando en ello.
Pero… ¿Qué significa exactamente? Para nosotros es clave una sincronía excelente de los equipos de trabajo. Algunos lo llaman equipos de alto rendimiento. Para nosotros va más allá. Quizás lo podríamos denominar equipos de alto humanismo. Equipos que se conocen y respetan tanto sus talentos que saben exactamente qué hacer para lograr ese propósito que les une. Y sacar esa fuerza del propósito en acción que es la que nos hará competentes.
Del desarrollo personal en el trabajo al equipo de alto humanismo
La pregunta a continuación es inmediata: ¿cómo transformo un grupo de personas en un equipo de alto humanismo? Aunque profundizaremos en esto más adelante en otro post, lo que está claro es que no puedes pretender que un equipo se conozca entre ellos si antes las personas no se conocen a sí mismas. ¿Qué valores me mueven? ¿Qué prioridades de vida tengo? ¿Cómo me relaciono normalmente? ¿Soy nutritivo para los demás o más bien tóxico? ¿Sé solicitar ayuda cuando la preciso? ¿Cómo imagino el mundo? ¿Cómo enfrento los momentos de cambio en mi vida?
Por todo ello es importante que las organizaciones vayan generando espacios de desarrollo personal en el trabajo. En algunas entrevistas existe aún el recelo: “esto no es algo que la empresa tenga que hacer” o “que cada empleado trabaje su desarrollo personal fuera del trabajo» o el ya típico “¿qué pasará si se conocen tanto que descubren que este no es su lugar?”. Sin embargo, las organizaciones que llamamos humanas, que son en definitiva las que perdurarán en el tiempo, ya están ahí. Con más o menos errores. Con más o menos miedos. Pero situándose en el lugar de aprendizaje y desarrollo que necesitan para ser sostenibles en el tiempo y en la sociedad.
Ésta es nuestra propuesta para el mundo tanto profesional como educativo. Es un camino que llamamos LifeCourse Journey y ayuda a generar esos espacios sin tener que partir de cero. Porque tal y como avanzamos en nuestro post “Crear un mayor significado en el lugar de trabajo ya no es algo opcional, es un imperativo”, la sociedad cada vez lo solicita más. Y dentro de poco no podremos pretender contratar el talento que necesitamos si no hemos hecho los deberes antes.
Y tras la reflexión: el silencio
Tras estos minutos de debate, de compartir miradas y de ofrecer este camino se hizo el silencio. Las personas que estábamos allí hicimos silencio. Un silencio que denotaba contundentemente: “Sí, este es el camino”. El desarrollo personal en el trabajo es el camino.
¡No hay más preguntas señoría!
Tu eres el cambio dice
¡Excelente artículo! Tomaré en cuenta los consejos dichos.
Un saludo
Javi Vidal dice
¡Muchas gracias! Esperamos que nos expliques tus andaduras! 🙂
Marco dice
Sublime reflexión de evolucionismo y mudanzas dentro de un sistema empresarial y cotidiano… debemos ir al más allá de las cosas que conocemos y profundizar más (profundo).
Javi Vidal dice
¡Muchísimas gracias Marco! Esperamos ir construyendo todo este nueva manera de percibir el mundo profesional 🙂