- Introducción: “No se puede prescribir una medicina a quien necesita un bocadillo”
- La mirada de la Promoción de la Salud, ¿qué supuso la Carta de Ottawa?
- Los pre-requisitos para la Salud en la carta de Ottawa
- La promoción de la salud es promocionar la vida
- Carta de Ottawa, ¿dónde estamos?: el cambio de paradigma
Introducción: “No se puede prescribir una medicina a quien necesita un bocadillo”
Me impactó escuchar a un médico británico esta frase como cierre de su conferencia: “No se puede prescribir una medicina a quien necesita un bocadillo”. Era el año 2009 o 2010 y estábamos en el marco de un congreso internacional que debatía sobre la atención primaria a la salud en un entorno de crisis económica y social como la que ya se percibía entonces. En ese momento algo hizo ‘click’ en mí. Y empecé a abrirme a salir del endogámico campo de la tecnología medico-farmacéutica para interesarme por las personas y sus realidades sociales, personales y familiares.
Y empecé a darme cuenta como algunas de estas realidades pueden predisponer al malestar, a la enfermedad. A partir de ese momento, me interesó aprender el relevante papel que cada día más, está llamada a jugar la Promoción de la Salud en el desarrollo de una vida plenamente feliz.
Quiero compartir contigo los primeros pasos de un camino apasionante, que nos introduce a soluciones para las pandemias que vivimos hoy. ¿Me acompañas?
La mirada de la Promoción de la Salud, ¿qué supuso la Carta de Ottawa?
La Carta de Ottawa se emitió el 21 de noviembre de 1986 para cumplir con el objetivo de “Salud para todos en el año 2000”, ya planteado en el año 1978 en la declaración de Alma-Ata sobre Atención Primaria.
La Carta de Ottawa además de revisar el concepto de lo “qué es Salud”, supuso un impulso y renovación de nuestro compromiso con la Salud desde la mirada de dar a conocer lo que significa su Promoción. La causa de la Promoción de la Salud está comprometida con el mundo, y sus acciones deben ir encaminadas a generar un adecuado bienestar físico, mental y social.
En la Carta se declara que dichas acciones, deben acompañar al individuo a ser capaz de identificar y alcanzar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse a las circunstancias que se dan en sus entornos y ambientes.
No significa no estar enfermo. Significa que yo hago todo lo posible por introducir en mi vida aquello que potencia mi calidad de vida, desarrolla el ser humano que soy, facilita la acción que conviene a trascender una circunstancia desfavorable, encontrando sentido a la existencia.
Los pre-requisitos para la Salud en la carta de Ottawa
La Carta de Ottawa enumera las condiciones y requisitos necesarios para que se dé la salud pública, de forma natural. Y son: la paz, la educación, la vivienda, alimentación, la renta, un ecosistema estable, justicia social y equidad.
Cualquier cambio y mejora en la salud ha de basarse en disponer de estos pre-requisitos. Y es así como resulta evidente que: “no se puede prescribir una medicina a quien necesita un bocadillo”, ¿verdad? A este conjunto podemos llamarlo exclusivamente Promoción de la Salud y englobarlos todos.
Pero se destaca que, lo importante para preservar nuestra salud, es tomar conciencia de los cambios en los que estamos inmersos y como afectan a nuestro bienestar en relación con estos pre-requisitos. Y con ello, tomar las medidas pertinentes para generar el cambio de tendencia deseado.
La promoción de la salud es promocionar la vida
Y déjame que te cuente porqué esto no es una frase nada más… En la Carta se promulga también el concepto de “empoderar en salud” o paciente activo/experto que puede llegar a ser. Se trata de un concepto positivo que acentúa los recursos personales y sociales y que trasciende al sector sanitario.
Hoy, 33 años después de la publicación de la Carta de Ottawa, la salud se percibe no como un objetivo sino como la fuente de riqueza de la vida cotidiana.
Carta de Ottawa, ¿dónde estamos?: el cambio de paradigma
En estos 33 años desde su publicación e integración paulatina, se ha demostrado que lo que realmente funciona es el rol activo de la persona respecto a la gestión de su propia salud. A eso se ha llamado empoderamiento, que implica un cambio de mentalidad, de paradigma.
El paciente que era cuidado desde una perspectiva y mirada paternalista por los servicios sanitarios y sociales manteniendo un rol pasivo ahora es un paciente con pensamiento crítico, con capacidad para decidir. Y lo más importante, un paciente informado, libre y responsable. Capaz de desarrollar sus propias competencias y recursos que le acompañarán a ganar salud y confianza en la vida.
Y este es el gran cambio de paradigma que ha retado y sigue retando no solo al paciente y sus entornos, sino también a los profesionales sanitarios, educativos y sociales.